Redacción Alabrent
Motivos para repetir dicho pensamiento vienen sobrando en las últimas décadas. Pareciera que un Prometeo desencadenado nos trajera, después del fuego de la lucidez, el internet, los móviles, las actualizaciones semanales y, últimamente, un novedoso avance tecnológico: las impresoras 3D, capaces de imprimir un mundo de objetos con todas sus medidas correctas y a precios módicos.
Es posible incluso imprimir nuestro almuerzo y comerlo con cubiertos también impresos. Las 3D equivalen a una lámpara de Aladino activada con algunos clics. Al mismo tiempo, tal como suele suceder, no todos se sienten tan entusiasmados frente a las innovaciones y adelantos, sino más bien preocupados. Diversas industrias, incluida la papelera, se preguntan qué sucederá en un futuro cercano si cada hogar llega a instalar su propia fábrica multiusos en casa, ¿qué suerte correrán las firmas productoras de los bienes de consumo actuales? En particular, siendo la personalización uno de los servicios más valorados que ofrecen las impresoras 3D, ¿cuál es el plus de la industria del papel que la hace necesaria e importante?
Cuando llegó internet y empezó su masificación, los gurús de la economía y también el público dieron por sentado que habían llegado los últimos días del sector papelero y de la imprenta. ¿Quién leería libros y periódicos impresos en papel si estaban disponibles en la web, gratis? Sin embargo, a día de hoy las papeleras están entre las pocas compañías que han sobrevivido a la crisis económica de los últimos años y que además han crecido. España es el sexto productor de papel y quinto de celulosa de la UE y las exportaciones han crecido en los últimos años. ¿Cómo? Curiosamente, gracias a internet que hace posible el comercio electrónico, el cual demanda cantidades mayores de material de embalaje que en otras circunstancias no se hubiera soñado.
En cuanto a los libros, todavía millones de personas prefieren tenerlos en un soporte físico que admite interactuar con ellos, hacerlos propios a través de anotaciones en los márgenes, señales y dedicatorias; paradójicamente, está comprobado además que la gente suele acudir a las reseñas publicadas en internet para decidirse o no ir a buscarlos a la librería, o comprarlos online con entrega a domicilio.
Hasta aquí los factores externos que la industria del papel aprovecha muy bien. No obstante, su cualidad sustancial consiste en la riqueza y diversificación, su presencia en áreas tan distintas como la comunicación, cultura y educación; en el transporte y comercio; la higiene y la sanidad; decoración y entretenimiento. El papel y sus derivados forman parte de esa suerte de bienes que en algún momento se involucran en el circuito del tener, dar y recibir; circuito que resume nuestra naturaleza consumidora, nuestra esencia siempre insatisfecha.
Este es un camino que todavía no ha sido suficientemente recorrido por las impresiones en 3D, por lo que es muy pronto para afirmar el peso que alcancen en las preferencias, aunque hay voces que afirman que para el 2025 será muy importante. Sin embargo, más que una amenaza, la tecnología 3D parece constituirse en una revolución industrial que en el futuro podría modificar varios elementos de los actuales procesos productivos.
En todo caso, la vigencia de la industria papelera dependerá de sus buenas relaciones con las nuevas tecnologías y de aprovechar las oportunidades de innovación que ésta brinda, principalmente respondiendo a la tendencia de consumir productos personalizados, únicos: papel fabricado con aromas distintivos para suscitar diferentes emociones mientras se escribe; impresiones con tintas especiales que aportan ventajas adicionales, como hizo en su momento un periódico de África al mezclar repelente de mosquitos en la tinta a fin de ayudar en la prevención del dengue, etc.
El futuro no lo podemos predecir, pero sí estamos en condiciones de afirmar que renovarse es uno de los requisitos para permanecer.