Redacción Alabrent
La calidad superior distingue a estos productos y el packaging tiene que estar a la altura: debe transmitir ese posicionamiento y provocar, además, una experiencia “exclusiva”. Lograrlo depende del factor emocional, es decir, de la capacidad de sorprender, de la calidad de los materiales, de lo sensorial o lo diferente. Porque, por lo general, nos quedamos con aquello que nos emociona.
A la hora de crear, “emoción” es sinónimo de “papel”, un material que sigue escalando posiciones en el diseño de packagings. Sus calidades, texturas y versatilidad lo hacen especialmente idóneo para productos “premium”. Son muchas las marcas que han optado por incorporarlo a sus diseños, conscientes de la importancia de mimar esta presentación.
Son marcas que saben que ahora el consumidor/a ya no sólo exige calidad al producto, sino que espera más de su embalaje: cada vez será más importante la experiencia de ver cómo está presentado el producto, o la funcionalidad de su envase, si facilita la conservación y almacenaje o si ofrece un segundo uso. Las posibilidades son infinitas, aunque requieren altas dosis de creatividad.
El papel ofrece todas esas posibilidades. Con él se logran acabados que apelan a los sentidos del consumidor. Es más fácil recordar un envase si nos ha dejado huella a través del tacto, del impacto de sus colores, su diseño e incluso su olor. Una decoración novedosa, una combinación de texturas o un acabado innovador pueden llevar al consumidor/a a tocar y experimentar ese embalaje.
Y si el envase consigue evocar esas sensaciones, si consigue transmitir una historia, lo demás vendrá hecho.. porque lo que se ha cuidado con esmero por fuera, muy probablemente, se habrá mimado por dentro.