Redacción Alabrent
Las viñas de Terra d’Art, situadas en el microclima del Valle de Ahillas, en unos terrenos entre 850 y 1.200 m. de altura, dotan a estos vinos de un gusto diferente que permite a esta bodega presumir de una identidad propia. Esta zona, cultivada desde la época musulmana, ha vivido grandes momentos de esplendor, aunque desde hace años sus vides estaban prácticamente abandonadas. La familia Martínez Palmero decidió volver a darle vida a estos terrenos y crear una nueva gama de vinos de autor. Para ello, han aprovechado una variedad autóctona propia de la zona conocida como “Merseguera” y con la que se realizan los vinos blancos. Una variedad que ya en el siglo XVIII cautivó a José Bonaparte, hermano de Napoleón, un buen consumidor de los vinos blancos de esta zona.
Estas características fue clave para bocetar una identidad total que reflejara la naturaleza de sus propietarios. Así nació un concepto, una imagen, que ha derivado en un símbolo ilustrado por Paco Roca. “Nosotros queríamos mostrar que se trata de una bodega que cuida el producto, que lo manipula con cariño en todo su proceso y que además, lo hacen con sus propias manos. Esta ilustración, realizada por Paco y basada en una imagen mía, no puede ser más fiel al objetivo original. Es absolutamente real, Casandra Martínez, una de las dueñas de la bodega, trabajando en la última vendimia”, nos cuenta Juan Martínez.
De esta imagen, surgió la marca que actualmente es seña de identidad de Terra d’Art y que impregna todos los soportes de la bodega: desde las tarjetas de visita, papelería, tríptico o incluso las cajas que usan para recoger la vid. Pero en el encargo no sólo se incluía la marca, sino toda la imagen de la bodega: naming, adaptaciones gráficas, e incluso las etiquetas de cada uno de los vinos. El nombre proviene de la naturaleza del pueblo de Ahillas. “Durante años el Valle de Ahillas vivió del cultivo de sus viñas, con la venta a granel del vino. Sin embargo desde hace años sus tierras estaban casi abandonadas. Actualmente viven en Ahillas cerca de 20 personas y casi la mitad de ellos son artistas de diferentes nacionalidades. Los propietarios de la bodega me sugirieron un nombre que de alguna manera identificara el arte de esta tierra en la actualidad”, explica Juan Martínez.
La papelería intenta ser lo más particular posible y similar a la filosofía de la empresa.“Nuestra intención era reflejar la cercanía y cariño que aporta esta familia a su bodega, a sus vinos, su dedicación, y eso nos llevó a intentar personalizar al máximo toda su identidad gráfica. Por eso, tanto el tríptico como las tarjetas de visita, cuentan con sus propias fotografías durante la pasada vendimia. Una manera de enaltecer su trabajo, su cercanía y al mismo tiempo identificarles rápidamente”, concluye Juan Martínez.
Las etiquetas de los vinos, cuatro modalidades por el momento, también dejan entrever la creatividad del diseñador y su toque personal: la fotografía. “En primer lugar nos dimos cuenta de que hasta el momento nadie había embotellado ningún vino de la zona con el nombre del pueblo. Por eso decidimos llamar al tinto clásico “Ahillas”. El blanco y rosado responden al nombre de “Flor de Ahillas”, mientras que el reserva, el vino más caro de la serie, lo llamamos “Finca el Maldito”, en respuesta a la zona donde se cultiva. Las cuatro etiquetas tienen una imagen fotográfica realizada en el estudio y plasmada en blanco y negro”, explica el diseñador. “Al igual que el vino, que tiene un proceso de elaboración y otro de madurez en la barrica para mejorar, dejamos envejecer las flores de la fotografía para conseguir esa belleza del paso del tiempo y representarlo así. La madera del tinto es el mismo proceso: la dejamos envejecer a la intemperie y así transmitir lo mismo”, concluye el diseñador.
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